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Comunicación de los animales, señales o signos mediante instintos

comunicación de los animales, signos o señales mediante instintos
© Alexey Romanov

La comunicación de los animales es importante e incluso vital, ya que se trata de un medio instintivo muy útil para expresar estados de ánimos que son esenciales en su desarrollo y evolución. La comunicación puede ser entre especies de la misma familia e incluso entre especies diferentes.

La comunicación de los animales se realiza por medio de signos, concretamente señales; no existe un lenguaje lingüísticos como ocurre con los humanos, ya que los animales no hablan, de hecho intentar hacer hablar a un animal es una utopía. Pueden comprender algunas palabras, pero simplemente por el hecho de interpretarlas como señales: la orden siéntate en el perro, llamar por su nombre a una mascota … La señal es recibida positiva o negativamente en función del tipo de emisión, tono, gesticulación, etc.

EMISOR → SEÑALES→ RECEPTOR → COMPORTAMIENTO

Igualmente puede suceder que determinados animales estén familiarizados con el lenguaje humano, pero no entiendan los signos lingüísticos si se emiten en otros idiomas, en estos casos sucede que el animal no comprende el tipo de señal emitida por el emisor, pues como manifestamos con anterioridad los animales no pueden aprender el lenguaje lingüístico de los humanos. A través de ejercicios preparatorios pueden aprender nuevas señales impuestas por el hombre, se trata de un tipo de aprendizaje no espontáneo a diferencia de la comunicación humana.

Las señales o modo de manifestar los estados de ánimos en la comunicación de los animales pueden ser muy variadas: gritos, aullidos, también de tipo corporal, como el caso de rituales, movimientos corporales para intimidar al adversario, etc. El número de estas señales es muy limitada a diferencia de los humanos que pueden considerarse ilimitadas en la medida que tiene capacidad de emitir una multitud de mensajes nuevos sin control de estímulos. Los animales, por el contrario, siempre emiten señales en función de estímulos, por ejemplo, estado de necesidad, reproducción, defensa, jerarquía, etc.

Todos los intentos del ser humano en enseñar un lenguaje lingüístico a los animales han fracasado, y esto es así dado la imposibilidad de transmitir mensajes como modo de expresión, ya que es una facultad exclusiva del hombre.

Existen casos especiales, como ocurre con las abejas recolectoras, en las que un miembro de la colmena puede localizar una flor provista de alimento, con posterioridad regresa a la colmena y mediante determinados rituales, movimientos en círculos y en ochos, transmite información a otras abejas del lugar exacto donde se ubica la flor, la información es captada por la antenas, con posterioridad otras abejas de la colmena, en las que no figura la anterior, visitan el lugar exacto fuente de la información y nuevamente regresan a la colmena para comunicar al resto de abejas el lugar de ubicación de la flor, de esa manera la comunidad puede desplazarse y recolectar el polen localizado por la primera recolectora.

Como dato característico y tras los estudios y experimentos realizados por Karl von Frisch, la comunicación es tan intensa que incluso los movimientos en círculos representan menos distancias de ubicación de la flor, sin embargo, los movimientos en ochos de la abeja exploradora advierten una distancia superior. Es obvio que se trata de comunicación que podría sugerir un hipotético lenguaje dado la capacidad de traducir mediante señales lo que propiamente transmite el remitente. Pero el lenguaje difiere sustancialmente del emitido por el ser humano, ya que solamente responde a estímulos concretos, sin posibilidad de réplica, no existen vocalizaciones, además está limitado, pues siempre se reproduce la misma conducta. Incluso este tipo de mensaje no puede ser transmitido por otras abejas sin que con anterioridad hayan visitado el lugar y consumido el polen o néctar; realmente lo que hacen es elaborar un nuevo mensaje, tras reconocer el lugar, con la misma información que había sido facilitada por la primera abeja recolectora. Por todo lo anterior muchos expertos concluyen que en el intercambio de información de las abejas tampoco existe un lenguaje, se trata simplemente de un código de señales muy avanzado si se compara con el de otros animales.

Aunque quizás desde un punto de vista de una concepción contrapuesta a los lingüistas, muchos autores reconocen cierta capacidad lingüísticas de algunos primates. Téngase presente a J. Premack y sus estudios de 1971, en el que a través de piezas de plásticos concibió un lenguaje para poder comunicarse con el chimpancés «Sara»; otro caso muy relevante es la educación recibida por otro chimpancés al que apodaron «Washoe», que consiguió, mediante gestos manuales, aprender más de un centenar de palabras, entre sus investigadores destacó la norteamericana Beatrice Gardner.


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